30/10/07

La responsabilidad social de los medios de comunicación

El deber de todo medio de comunicación es el de informar, basándose siempre en la veracidad de los argumentos y el respeto a los demás. Se convierten incluso en los portavoces de la opinión pública. Es lícito, por tanto, que un medio reproduzca las opiniones o expresiones vertidas por los sujetos protagonistas de la noticia. La cuestión sería la siguiente: ¿Es el medio de comunicación responsable de las consecuencias derivadas de ello? En cierto modo sí, puesto que, como hemos afirmado al principio, el medio se convierte en el difusor masivo de la información, y ésta siempre repercutirá en las opiniones, actitudes o actuaciones de los receptores. Por lo tanto, aunque el medio sea un fiel abanderado de la verdad y la objetividad, también es cierto que debe cuidar el tratamiento del tema en varios aspectos.
En primer lugar, nunca se deberá utilizar un lenguaje ofensivo o degradador para con algún sujeto o sector de la población.
En segundo lugar, se debe ofrecer una pluralidad de posturas, de modo que unas contrarresten a otras en una medida lógica. Por ejemplo, si se publican las declaraciones de un sector que humilla y critica públicamente a la población inmigrante, también se deberá ofrecer la realidad de ésta.
Imaginemos que un chico afirma: "La población inmigrante comete más delitos que los naturales del país". En este caso, también se deberían publicar las experiencias de inmigrantes agredidos o atacados por españoles. De este modo, estaremos ofreciendo al lector varias versiones sobre un mismo tema, de manera que la balanza quede lo más equilibrada posible.
Únicamente así el lector podrá formarse un juicio correcto.
En tercer lugar, no sólo las noticias negativas son publicables e interesantes.
En el caso de la inmigración, por ejemplo, hemos de tener en cuenta que éste es un asunto latente en nuestros días, y no sólo por el tema de las mafias o la delincuencia, sino también por motivos altamente positivos, tales como la riqueza cultural que los inmigrantes aportan al país de acogida, el crecimiento de la tasa de natalidad en países envejecidos, etc.

22/10/07

Telebasura: la televisión del siglo XXI

Actualmente, el espectador de televisión está inmunizado ante ciertos contenidos con fuerte carga erótica, violenta o sexual. Ya no nos escandalizamos con nada. Mejor dicho, únicamente puede provocarnos estupor el hecho de que algún contenido carezca de cualquiera de estos ingredientes.
Estamos prácticamente insensibilizados ante programas que cada día intentan escandalizarnos con disputas acaloradas entre los miembros de algún debate. Y las estadísticas están ahí. Los momentos de máxima audiencia suelen coincidir con los más polémicos y bochornosos. ¿Quién pudo perderse la holocaustica pelea entre María Patiño y Bárbara Rey en "Dónde estás corazón"?, ¿Alguien no vió el esperado edredoning entre Melania y Piero, en Gran Hermano? Y, lo más importante: ¿Irá a prisión Isabel Pantoja?
Ciertas cosas deberían permanecer en el ámbito de la intimidad, por respeto a los protagonistas de los hechos y, en ocasiones, por respeto a la propia audiencia, que en ocasiones no demanda tanto sensacionalismo.
La audiencia tiene derecho a ser bien atendida, educada y formada, sin embargo, nunca se le da la oportunidad de elegir.
El ciudadano necesita de un medio que traspase los límites del tiempo y el espacio: la televisión. ¿Cuál es el problema? Que actualmente este medio (al igual que otros) está explotándose inadecuadamente. Y digo "inadecuadamente" para el espectador, y no para los grandes Pulitzer y Hearst televisivos de nuestros tiempos. El primero de ellos (el espectador) es el verdadero perdedor en esta historia, puesto que la televisión se instrumentaliza de manera que las opiniones y actitudes de éste respondan a ciertos objetivos creados en las altas esferas de los medios.
En grandísima medida, se nos está privando de conocimientos válidos e importantes, y este espacio es sustituído por la incursión en la vida ajena y el escándalo prefabricado. En definitiva, creo que se está distorsionando la formación de la opinión pública y que el ciudadano de a pie, por añadidura, no demanda un cambio urgente de contenidos.
Es sorprendente comprobar como, a lo largo de la historia, nos siguen manipulando con la antigua pero eficaz técnica del "Pan y circo". Proporcionemos entretenimiento al pueblo y éste no pensará en asuntos políticos ni de considerable envergadura.

10/10/07

Elegir un camino: teleologismo y deontologismo

Como futuros periodistas responsables de nuestras acciones, debemos ser conocedores de una cuestión que, enfocada de una manera u otra, marcará nuestra forma de actuación, es decir, nuestro "modus operandis" en el terreno profesional.
Convendría tener claro, pues, el significado de dos conceptos que, llevados a la práctica, se podrán materializar en determinadas consecuencias. Me refiero al "teleologismo" y al "deontologismo".
Todos tenemos ciertas metas en nuestra vida, que pueden ser más o menos importantes, pero que en cualquier caso, deseamos realizar. No obstante, cada uno pondrá su propio límite en el proceso. Es inherente al propio ser humano el afán de superación y de satisfacción de sus propias necesidades y objetivo. Prácticamente, todas las personas tienen sueños y deseos que cumplir. Sin embargo, no todos empleamos los mismos métodos para su consecución.
Esto también se aplica a la actividad periodística, con el matiz de que la forma de actuación del periodista tendrá una importante repercusión, debido a la innegable trascendencia social de su trabajo.
El profesional de la información podrá optar por un camino teleológico, en el cual, la premisa principal es la de que "el fin justifica los medios". En este caso, el sujeto no dudará en violar ciertas reglas morales con tal de conseguir sus objetivos. Estamos ante el ejemplo de aquel periodista al que no le importa ni lo más mínimo mentir, suplantar su personalidad o atentar contra la honorabilidad e intimidad de las personas siempre que, a pesar de ello o a través de ello, vea sastisfecho su objetivo.
Imaginemos, por ejemplo, un periodista que ha descubierto una trama de corrupción en el seno de un club de alterne. El jefe del mismo abusa sexualmente de las chicas que trabajan en el club, las obliga a drogarse y las humilla con palizas y malos tratos psicológicos. El periodista, en su afán de denunciar tal situación, publica el nombre del club de alterne, el del corrupto jefe y cada uno de los nombres y apellidos de las chicas que trabajan a su servicio. Es innegable el daño moral que sufrirán las chicas al ver publicados sus nombres en un medio de comunicación, puesto que este hecho se convertirá en el eslabón de una cadena de consecuencias (positivas o negativas) para ellas. Evidentemente, estas chicas habrían preferido conservar su anonimato y evitar los posibles contratiempos que de la publicación de sus nombres se deriven.

Por el contrario, el periodista que abraza el deontologismo respetará escrupulosamente las reglas morales, intentando no rechazar ninguna de ellas (por lo menos, de forma consciente). Este profesional guiará su actuación bajo los principios referidos a la veracidad, el respeto a la intimidad, el secreto profesional, etc.
Con respecto al ejemplo anterior, el periodista que actúa de forma deontológica, de ningún modo hubiera publicado el nombre de las trabajadoras del club, salvaguardando de ese modo su intimidad, anonimato y seguridad.

Es cierto que el sendero más fácil es el encarnado por el teleologismo, puesto que éste únicamente se guía por un único criterio: el de la consecución de un fin determinado.
Sin embargo, el deontologismo está sujeto a muchas más restricciones en virtud del respeto a otros valores.
Podríamos decir que el periodista ha de elegir entre el atajo o el camino largo; entre la autopista o la carretera comarcal. Es una cuestión de principios. Por ello, antes de decantarse por una u otra vía, el profesional de la información ha de valorar la satisfacción de obtener sus fines siguiendo un camino correcto, frente a la sensación de remordimiento que inevitablemente quedará ante un trabajo conseguido a costa de perjudicar a otros.
Fdo.: Mª del Rocío Muñoz Fernández

1/10/07

Hacia una aventura fascinante

1 de octubre de 2007
El pasado lunes, 24 de septiembre, todos los alumnos de 5º de Periodismo embarcamos en un enorme transatlántico rumbo a nuestro futuro.
Yo concretamente pertenezco al grupo 1, cuyo horario es el de la mañana. La primera clase que tuvimos fue "Producción Periodística".
Como siempre ocurre, el primer día de clase, todos aguardábamos impacientes e interesados en conocer el contenido de dicha asignatura. Cuando el profesor nos informó de los objetivos de la misma me sentí bastante motivada y comprendí que este inicio sería un buen augurio.
Lo más aburrido y deprimente para un alumno es tener que asimilar ciertas asignaturas como meras trabas que hay que superar para aprobar. Estas asignaturas suelen estar compuestas por kilos de apuntes repletos de fechas y nombres para recordar, todo lo cual hace que el alumno esté más concentrado en el proceso de memorización que en la propia comprensión de la materia. A ello se suma el hecho de que los conocimientos asimilados no tienen una proyección práctica, lo cual resulta bastante frustrante porque al final el alumno tiene la sensación de haberse convertido en un mero almacén de datos que con el tiempo se irán difuminando en la mente, hasta desaparecer.
En definitiva, esta asignatura ("Producción Periodística") no está orientada a que el alumno exprese todos sus conocimientos teóricos en un exámen, sino a que éste comience a pensar como un profesional de la información que desea crear su propio medio de comunicación. Para ello, tendremos que trabajar en grupo, concebir una idea y dar vida a un proyecto siguiendo determinadas pautas que se nos irán marcando. El fin último es que cada uno aprenda a trabajar en equipo y desarrolle la capacidad de crear un proyecto viable sobre unas bases sólidas.
¿Qué estudiante de 5º de Periodismo no sueña con la posibilidad de crear algún día su propio medio de comunicación? Pienso que ésta es una gran oportunidad para los que, como yo, por lo menos piensan intentarlo con las máximas ganas e ilusión.
Con la brújula de la esperanza, la tripulación de 5º de Periodismo nos hemos embarcado en un navío capitaneado por el profesor Manfredi. Esperemos que cuando nuestro barco atraque ya estemos preparados para enfrentarnos a nuestro destino.
Fdo.: Mª del Rocío Muñoz